Aún no somos conscientes de lo que está pasando. Ha costado demasiado llegar hasta aquí.
Creímos que esto no era para nosotros. Que nosotros estábamos destinados a ser felices, pero “de otra manera”.
Lunes, 3 de marzo de 2014. Mi marido y yo acudimos a la consulta para hacernos una prueba de embarazo como quien va a una visita rutinaria con el médico por un catarro. Sin nervios, sin esperar ninguna noticia nueva que nos fuera a sorprender.
En los breves minutos de espera desde que llegamos y nos sentamos en el sofá del fondo del vestíbulo, visualicé lo que pasaría minutos después. Pasaríamos a una consulta y un miembro del equipo médico de nuestra doctora nos diría con todo el tacto del mundo, pero sin tapujos, que sintiéndolo mucho esa vez tampoco había funcionado.
El corazón no me dio un vuelco al tener ese pensamiento. Sentía que eso era lo que iba a pasar y lo esperaba con resignación y serenidad. El largo tiempo y los fracasos repetidos ya habían hecho mella en mí sin ser consciente de ello.
De golpe, vemos aparecer a nuestra doctora en el vestíbulo acercándose con la mejor de sus sonrisas y abriendo los brazos para abrazarnos. En ese momento, suelta un “Estás embarazada, felicidades”. Y yo, incrédula, la abrazo, como quien no ha entendido lo que me acaba de decir. Como cuando escuchas algo en bajito que te quedas inmóvil y necesitas que te lo repitan para cerciorarte de que escuchaste bien.
Creo que le dije: “pero ¿cómo? Eso no puede ser”. Y ella, sin dejar de sonreír, dijo: “Sí, estás embarazada. La prueba ha dado positiva en seguida. Pasemos a la consulta”. De golpe, mientras ella abraza a mi marido, mi voz en off, me dice: “No puede ser, pero si tú no has venido a que te digan que lo estás. Tú has venido para que te dijeran otra vez que lo volviéramos a intentar”.
Ya estamos de camino al despacho y nos encontramos con casi todo el mundo: con la enfermera que nos acompañó el día de la transferencia, con la enfermera de la doctora con la que ya tenemos cierta confianza y aprecio por el tiempo pasado, con las chicas de administración que siempre se interesan por cómo han ido las cosas. Es inevitable que les llegue que: ¡estamos embarazados!
Entramos en la consulta sin salir de nuestro asombro. Ni sé dónde dejo la chaqueta y me siento en una de las sillas, junto a mi marido.
La doctora nos cuenta con más detalle la alegría con la que han empezado el día ella y su equipo, al ver el positivo en mi prueba de orina. “¡Ya era hora!“, me dice, “ya os tocaba”.
Mi marido y yo nos miramos y le digo otra vez: “pero, ¿seguro que lo estoy? ¿No va a ser la medicación que me tomo que ha dado un falso positivo? En seguida que termino la frase, me siento ridícula.
La doctora, sin perder un ápice de su sonrisa, me dice: “Estás embarazada. Los valores han salido muy altos. No hay duda.” “No me lo puedo creer”, le digo yo. “Pero si llevo días sintiendo dolores menstruales”, le vuelvo a decir. A lo que ella contesta: “Eso son espasmos del útero ensanchándose para que pueda crecer el embrión”.
Increíble, no nos lo podíamos creer todavía. A mi marido llevaba días diciéndole que yo sentía lo de cada vez. El cuerpo preparándose para una bajada de la menstruación. Mi marido tampoco sale de su asombro pero me confiesa en ese momento que nunca había perdido del todo la esperanza.
La doctora nos pide hacer una analítica de sangre, más que para confirmar el embarazo, para saber cómo tengo los valores de todo. Y volvemos a casa a esperar los resultados.
La primera canción que se escucha en la radio del coche es: “Happy” de Pharrell Williams. Es como si el destino nos hablara de pronto y nos dijera: “despertad de la pesadilla, chicos. Ha llegado vuestra hora. Se os ha concedido lo que deseabais desde hacía tanto tiempo y pensabais que nunca podríais tener”.
En ese momento, me viene a la mente el último día que nos vimos con nuestra doctora. Tras el último fracaso.
Le hablé francamente: le dije que no creía que fuera a funcionar nada con nosotros. Que a mí me pasaba algo que todavía no estaba suficientemente estudiado y que por ello, ningún embrión podía sentirse cómodo en mí. Y que por todo eso, debíamos empezar a pensar en iniciar los trámites de una adopción.
La doctora, al verme así, me tranquilizó. Me repitió que entendía lo que me pasaba, pero que estaba segura de que había posibilidad en nosotros. Yo creo que casi nos convenció ella, de hacer otro intento.
Salimos realmente emocionados de la consulta. La vida no había sido fácil desde que empezamos a plantearnos la posibilidad de ser padres. Muchas emociones, tiempo fértil y dinero perdido que nos habían dejado en el límite de lo emocional y lo económico, y sin ninguna salida a corto o medio plazo. En pocas palabras, la vida ya no nos daba para más en ningún sentido.
La doctora, consciente de eso y de nuestras posibilidades, y comprometida en todos los sentidos con nosotros desde el principio, no quiso de ninguna forma que nos marcháramos ese día sin el convencimiento de que volveríamos a intentarlo otra vez. Y lo volvimos a intentar gracias a ella.
¡Qué alegría y emoción siento al recordar eso ahora y ese abrazo mientras me decía: “Estás embarazada, felicidades”! Creo que ese momento lo recordaré siempre. Es como si de pronto hubieran venido los Reyes Magos, nos hubiera tocado la primitiva, los ciegos, la quiniela, todo junto.
Mi marido y yo estamos viviendo un sueño desde entonces. Es muy pronto para saber cómo se desarrollará todo, pues aún hay que pasar la mayoría del embarazo. Pero sin duda creo que nos ha devuelto ese sentimiento que nos mueve a todos día a día, que es luchar por lo que amamos, por lo que queremos, y que nosotros, más yo que mi marido, ya habíamos perdido sin posibilidad de recuperar: la ESPERANZA.
Sin duda, ese día recuperamos la ilusión por luchar por nuestro bebé.
Lo que pasará de ahora en adelante con el embarazo, no lo sabemos todavía. Pero sin duda, esa última visita con nuestra doctora, antes del último intento, y el arrojo con el que afrontó nuestra desilusión, han devuelto a la vida todos nuestros sentimientos de lucha que pensábamos que ya no teníamos. Y estamos muy agradecidos por ello.
Este escrito está dedicado a nuestra doctora, a la que nunca podremos agradecerle lo suficiente lo que ha hecho por nosotros y a todas aquellas parejas con fracasos repetidos, que han perdido la esperanza de ser papás.
Lo más importante para conseguir el éxito, ya que esta lucha suele ser larga y muy dolorosa, es estar en un buen centro como el Instituto Marqués y confiar en que estáis en las mejores manos, como nos pasó a nosotros desde la primera consulta, en la que conocimos a nuestra doctora. Confiamos en su buen criterio y ¡aquí estamos!, con un positivo de 7 semanas.
Si vuestro doctor/a, en quien confiáis, os recomienda ir hacia adelante, no os dejéis vencer por el miedo a otro fracaso. Confiad en sus palabras. Si no estuviera convencido/a de ello, no se aventuraría a que pasarais por otra desilusión.
Y en caso de duda sobre qué centro escoger, no lo dudéis, el Instituto Marqués da ese toque de distinción, donde os sentiréis siempre en confianza y en las mejores manos.