Mientras estaba leyendo apaciblemente en casa hace unos minutos, he sentido una especie de mini-nudo en la garganta y me he puesto a investigar de dónde podría venir… El libro no es, el que estoy leyendo en estos momentos no provoca este tipo de sensaciones; mi entorno no es, por suerte hoy está todo muy calmado… Y reflexionando reflexionando, he llegado a la conclusión de que voy a echar de menos mi proceso de FIV…¿Cómo? ¿Ese proceso tremebundo con cara de pocos amigos al que casi cualquier mujer en su sano juicio temería? Sí, ése. Lo acepto con sorpresa: para mí no ha sido un «proceso tremebundo». Ha sido un proceso exigente, incluso duro, pero contradictorio por lo amable. Amable porque me he sentido arropada y especial, en un entorno propicio y repleto de sonrisas. Voy a echar de menos la calidez de la sala de espera de la Masia, con sus cafés y sus minis saladitos. Voy a echar de menos a las enfermeras y los enfermeros que, como me coincidía la inyección con la hora de la eco de chequeo, me pinchaban a salto de mata. Voy a echar de menos que, con las no-muchas veces que he ido a la Masia, casi todo el mundo supiera mi nombre. Y, sobre todo, voy a echar de menos los abrazos de mi doctora Marisa López-Teijón…su experiencia y su voz profunda, que suena tan tranquilizadora.
Imagino que no debe ser fácil tratar a diario con mujeres con las hormonas en estado de locura transitoria y las posibilidades reproductoras en estado de emergencia. Y aunque siempre puede surgir algún imprevisto, malentendido o descuido, los dos os agradecemos el trato y la profesionalidad. No me importaría tener que volver por estos lares aunque, por motivos obvios, preferiría que no…
Un abrazo… y que los índices de embarazo sigan tan altos como hasta ahora. Y que de paso nosotros pasemos a engrosar la parte de la estadística de los positivos…