Los esteroides anabolizantes androgénicos (EAA) son análogos sintéticos de la testosterona, principal andrógeno fisiológico del hombre, producido fundamentalmente en los testículos (95%) y en las glándulas suprarrenales (5%). Se denominan así ya que tienen efectos androgénicos (masculinización) y anabolizantes (aumento de peso y de masa muscular). La testosterona fue sintetizada por primera vez en el laboratorio en 1935. Sin embargo, su administración con fines terapéuticos resultó poco útil, ya que una importante fracción del total se pierde al pasar por el hígado (efecto de primer paso) antes de que alcance la circulación general, por lo que los niveles en sangre de la hormona apenas se incrementan. Por este motivo, para poder aplicarla como arma terapéutica ha sido necesario modificar su molécula o sintetizar compuestos que logren retardar la metabolización, y alcanzar y mantener niveles plasmáticos adecuados.
Si bien la principal indicación terapéutica de los EAA es el hipogonadismo
-incapacidad del testículo para mantener los niveles fisiológicos de testosterona- también han sido utilizados en situaciones de anemia, por fallo medular o por insuficiencia renal, enfermedades crónicas asociadas a déficit proteico, infecciones severas como el SIDA, quemaduras severas, fractura de cadera y hepatitis alcohólica entre otras.
Además de su posible indicación médica, en los últimos años se ha observado un consumo abusivo e incrementado con la finalidad de aumentar la masa muscular, por parte de deportistas, especialmente fisioculturistas y jóvenes usuarios de gimnasio que simplemente persiguen mejorar su aspecto físico.
La administración de estas dosis suprafisiológicas puede tener, entre otros, efectos secundarios a nivel reproductivo y sexual.
Cuando el nivel de testosterona en sangre sobrepasa el límite fisiológico, se produce una inhibición del eje hipotálamo-hipofisario que conduce a una disminución de la producción de las hormonas LH y FSH encargadas de estimular el testículo para que produzca testosterona y espermatozoides, respectivamente. Como consecuencia, disminuye el volumen testicular cerca de un 20% y también la producción de esperma, pudiendo llegar a cero, aunque el volumen de eyaculado permanece inalterado. Si se suspende el consumo, en el 60% de los casos se recupera la fertilidad de forma espontánea a los 6-9 meses. En otras ocasiones será necesario dar tratamiento con FSH y LH para estimular el testículo.
Sí. Paradójicamente, el exceso de andrógenos puede producir ginecomastia (desarrollo de la mama masculina). En algunos tejidos, como en la mama, el exceso de andrógenos es transformado por una enzima denominada aromatasa en estrógenos. Los estrógenos promueven el desarrollo y crecimiento de la glándula mamaria. El cese en el consumo y el tratamiento con antiestrógenos consigue la remisión completa en cerca del 80% de los casos cuando el tiempo de evolución es corto. Pero si el tamaño de la mama es mayor de 6 cm y/o el tiempo de evolución igual o superior a 2 años, el tratamiento deberá ser quirúrgico (mastoplastia).
Sí. Otro efecto paradójico del consumo de EAA es la aparición de disfunción eréctil y/o disminución de la libido. En condiciones normales sólo el 2-3% de la testosterona total circula en forma libre por la sangre y es la responsable de los efectos fisiológicos. Entre un 35-60% de la testosterona es inactivada al fijarse a la SHBG (sex hormon binding globulin), proteína producida en el hígado y que se encarga de transportar las hormonas sexuales (andrógenos y estrógenos). El resto de la testosterona total circula por la sangre unida a otra proteína, la albúmina, y puede ser recaptada al pasar por los capilares sanguíneos. De esta forma, la testosterona libre y la ligada a la albúmina constituyen la testosterona biodisponible, es decir, la que puede utilizar el organismo. El aumento de los estrógenos debido a la transformación del exceso de andrógenos por la aromatasa estimula la producción de SHBG, con lo que aumenta la testosterona fijada a esta proteína y disminuyen la testosterona libre y la biodisponible. Como consecuencia, pueden aparecer disfunciones sexuales como la disfunción eréctil y/o disminución de la libido. El cese del consumo de EAA revertirá esta situación en la mayoría de los casos.
El abuso de anabolizantes produce efectos adversos sobre la mayoría de órganos o sistemas. A nivel cardiovascular incrementan el riesgo de sufrir enfermedad coronaria ya que producen hipertensión arterial, disminución del HDL colesterol o “colesterol bueno” e incrementan la agregación plaquetaria. Estos factores se han considerado como mecanismos fisiopatológicos causantes de los fallos cardiacos, infartos fundamentalmente, accidentes cerebrovasculares o patologías vasculares periféricas que se han descrito en culturistas y levantadores de pesos que consumían grandes dosis de EAA de forma crónica. Los EAA son hepatotóxicos, especialmente los de administración oral, habiéndose descrito la aparición de tumores (benignos y malignos) en casos de consumo crónico. El consumo masivo de EAA se ha asociado con un aumento de la agresividad y con enfermedades psiquiátricas: episodios de depresión, manía, delirio, suicidios y homicidios. Tales cuadros se manifiestan, fundamentalmente, durante los períodos de administración de EAA. Informes esporádicos han sugerido una relación directa entre el abuso de EAA y la psicosis aguda en personas susceptibles. Otros autores han sugerido también la inducción de un cuadro de dependencia psicológica en los consumidores habituales de EAA, así como la asociación existente en el consumo de EAA y de otras drogas de abuso, tales como alcohol, hachís, tabaco y cocaína, entre otras.
La existencia de consumidores “ilegales” de EAA ha dado a este grupo de hormonas relevancia sanitaria y toxicológica, ya que se consumen grandes cantidades sin ningún tipo de control médico.
Los EAA pueden obtenerse fácilmente a través de Internet, existiendo un auténtico mercado negro alrededor de la venta de estas sustancias. Aunque en España no existen cifras reales sobre el consumo de anabolizantes, según un estudio reciente de la Comisión Europea, el 6 % de los europeos que acuden regularmente a un gimnasio reconocen tomar fármacos para mejorar su rendimiento o aspecto físico. En el caso de España, esta cifra equivaldría a 20. 000 personas, mayoritariamente varones de entre 25 y 29 años. El uso ilícito de estas sustancias se ha convertido en un importante problema de salud pública en muchos países.